Mi proceso creativo está íntimamente ligado a mi proceso personal. Uno afecta al otro  y el otro influye al uno. No podría separarlos. A menudo, las imágenes de mis sueños se materializan en mis cerámicas y dibujos convirtiéndose en el testigo de experiencias y procesos de mi vida y de mi psique.

Hace unos años que comenzó mi contacto con la psicología analítica de Carl G. Jung, a través de la terapia con una maravillosa analista jungiana que me ayudó a utilizar la creación artística como medio de comunicación y de entendimiento con mi psique. En cierto modo, mucho ya lo intuía y utilizaba no sin cierta timidez o casi hasta con la sensación de estar perdiendo el tiempo en lugar de hacer las tareas, o sea, cosas importantes, que se puedan vender. Este nuevo encuadre me ayudo a desarrollar el pensamiento simbólico y a comprender mejor el lenguaje de mi psique.

Al unir estas dos partes de mí que antes estaban desconectadas se produjo un enriquecimiento mutuo: las imágenes de mi psique se convirtieron en fuente de inspiración inagotable para mis creaciones y lo que creaba, a su vez, en el bálsamo sanador que mi alma necesitaba.

Me devolvió además la capacidad de disfrutar creando sin expectativas, a conocer mejor mi proceso creativo que tiene subidas, bajadas, explosiones, silencios, luces y sombras. A veces es autónomo aunque todo lo influye. La inspiración es como una gata que se te acerca para que la acaricies cuando ella quiere pero no le gusta que la intentes atrapar a tu antojo.

Todo esto ha convertido mi viaje hacia la Gran Obra, (así es como llamaban los alquimistas al proceso de individuación), en un viaje emocionante y rico que no deja de sorprenderme e inspirarme.

La inspiración está en cualquier parte, sólo que, como decía Pablo Picasso: Cuando llegue la inspiración que me encuentre trabajando.

Te invito a visitar esta sección que he titulado Númen, donde está mi inspiración.